Descubriendo la importancia del amor propio saludable
- Aún hay Esperanza

- 5 ago 2024
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 8 ago 2024
El amor propio saludable nos permite erguirnos como individuos y reconocer nuestro valor para poder expresarnos sin temor a ser juzgados por la sociedad o la familia, sin que esto signifique un aislamiento de las personas, sino más bien que nos permita conectarnos con nuestra alma e inspirarnos en nuestra autoexpresión y así podamos comprender que cada ser es importante porque forma parte de esta gran orquesta cósmica que es la vida.
El amor propio sano es cuando nos conocemos profundamente, cuando nos aceptamos y apreciamos y reconocemos nuestras virtudes y defectos, pero ¿cómo desarrollamos esta identidad y cómo sabemos si realmente nos conocemos a nosotros mismos?
Nos definimos en base a ciertos factores, uno de los cuales puede ser:
Nuestra forma de pensar más común. Algunas personas se suelen autodefinirse como positivas porque en la mayoría del tiempo ven las cosas de la manera más relajada posible, sacando lo mejor de la situación. Otro factor son los logros o fracasos. Con esto también estan relacionados los títulos académicos y la riqueza material adquirida. Además de este factor esta la apariencia física, dentro de esto también está, cuáles son los gustos por la música y el sentido de la moda. Existen otros factores, pero aquí se muestran los más generales.
Otro factor muy importante es lo que los demás piensan de mí o cómo me tratan. En este factor nosotros podemos decir soy una persona amada, aceptada, estoy tomando buenas decisiones, estoy yendo por un buen camino y tengo mucho por ofrecer al mundo o no, dependiendo de lo que me digan los demás y de cómo estos me traten.
Las personas son sociables por naturaleza y, consciente o inconscientemente, intentan sentirse incluidas en un grupo. Esto no significa que esté bien o mal, simplemente no tienes que llegar a los extremos, porque si siempre intentas sentirte aceptado, tus cualidades personales pueden perderse al tratar de encajar con otras personas, o a tal punto en el que pierde sus valores y sus principios. En el otro extremo, puede haber alguien que sólo piensa en sí mismo hasta tomar decisiones o hacer cosas que perjudican a los demás. Aquí es donde se pierde la empatía y el interés social. Como hemos visto, en ambos casos no permite a la persona expresarse inspirándose desde su esencia.
Nuestra identidad se forma principalmente en la niñez y la adolescencia y se reafirma en la edad adulta. La identidad es la base de nuestras creencias y valores, y estos son importantes porque tomaremos decisiones en nuestra vida adulta que determinarán la calidad de nuestras vidas. Los dos últimos factores de los que os hablé antes: lo que otras personas piensan de mí y cómo me tratan los demás, son cruciales para que un niño defina su identidad. El niño no se ve a sí mismo para definirse, sino que ve su exterior a las personas que lo están cuidando, a sus padres y a sus amigos, para poder definir quién es.
Esta identidad permanece en nuestro inconsciente como una huella grabada, y dependiendo de esto vamos a ver personas que va a tomar la vida como una carga, como un valle de lágrimas, sin obtener respuestas a su dolor. Por el contrario, habrá otras personas que tomarán la vida y las dificultades como un reto, confiando en sí mismos y en la vida.
Si bien nuestra identidad se forma en la infancia, podemos redefinir nuestra identidad si redefinimos nuestra experiencia de vida, dejándonos de ver como víctimas, sino más bien encontrar el aprendizaje detrás de cada pérdida y de cada dificultad que hemos tenido o que estemos pasando, respondiendo a la pregunta, el ¿para qué o por qué ha sucedido esto en mi vida? ¿Qué aprendizaje necesito desarrollar para convertirme en una mejor versión de mí mismo? Desarrollando así un sentido más espiritual hacia la vida, encontrando así nuestro propósito en la vida, porque cada uno tiene algo maravilloso y único que ofrecer al mundo. Sólo así entenderemos que todos somos importantes y ningún esfuerzo es en vano.
Recordemos que somos un impulso de vida, somos luz, y si queremos que esto deje de ser sólo una teoría, debemos meditar profundamente en nuestro interior para poder experimentarlo.
En uno de mis sueños mi espíritu guía me mostró mi esencia y la expresó como un mandala, un hermoso mandala del cual surgió el amor y era el amor mismo. Asimismo, la famosa astróloga Liz Green considera que las personas son portadoras del fuego divino. Entonces somos seres espirituales con una experiencia humana que ya no recuerdan quiénes son, porque su experiencia de vida le ha hecho crear creencias limitantes y una identidad desde el miedo y la carencia. Haciendo de esta manera que se vaya desconectando poco a poco de su corazón, que es el que nos permite reconocernos quiénes somos realmente.
Cuando estamos conectados con nuestro corazón y tenemos un equilibrio, una armonía entre nuestra mente y nuestro corazón sin que interfieran los miedos y las inseguridades, podremos percibir esta conexión como algo más grande que uno mismo. Tendremos esta sensación de ser como una vasija que contiene algo más grande, algo superior. Nuestra expresión será como un sol que dará luz, armonía y amor no solamente para nuestra vida, sino también para las personas que nos rodean, porque nos estaremos expresando desde la inspiración de nuestra alma, dándole un significado a nuestra vida y un propósito a nuestra existencia.
Esta conexión posee una sabiduría interna que nos ayudará a encontrar el aprendizaje detrás de cada circunstancia de nuestra vida y nos ayudará a ser resilientes en aquellas circunstancias que se nos presenten como trágicas o de pérdida. Cuando comprendamos que somos en esencia espíritu, vamos a cambiar nuestra relación con nosotros mismos y con la vida. Con nuestra sabiduría interna que nos da esta conexión con nuestro interior, nos ayudará a comprender que en realidad no vinimos a sufrir en esta vida, que el dolor se permite sólo para hacernos entender que estamos desviados de nuestro propósito que cada ser humano tiene y de que hay una lección, hay un aprendizaje por comprender y poco a poco nos daremos cuenta que en realidad la vida está a nuestro favor.
Este propósito de vida está enlazado con tu vocación, con lo que estás llamado a hacer, qué es lo que te inspira a hacer es lo que viniste a ofrecer al mundo. Cada persona es como una pieza musical que ofrece su armonía a la orquesta del cosmos. Después de todo, este propósito de vida, esta visión de vida, esta conexión, esta comunión con tu yo interior, te ayudará a tener una paz y una alegría por el simple hecho de existir.
En resumen, nuestra identidad surge de los acontecimientos de la vida que hemos vivido desde la infancia, y que dependiendo de estas situaciones que hemos vivido en la mayoría de los casos, no hemos podido desarrollar un amor propio sano. El amor propio nos permite conectarnos con nuestro yo interior y crear un equilibrio armonioso entre la mente y las emociones, permitiéndonos conectar con nuestra verdadera naturaleza, la esencia que proviene de Dios. Cuando somos capaces de expresarnos desde nuestra verdadera naturaleza, brillamos como el sol e irradiamos amor no solo a nosotros mismos sino también a quienes nos rodean.

En la imagen tenemos un glifo que se utiliza en la astrología y representa al sol físico. También me apoyo en la astrología porque la astrología en sus estudios expresa modelos arquetípicos inherentes a la psicología humana, y uno de esos arquetipos tenemos al sol, como representación tenemos a este glifo.
La astrología nos dice, como concepto de este glifo, que el círculo de esta figura representa la idea de divinidad y de eternidad, porque el círculo no entraña ni comienzo ni final. Y en el centro de este círculo tenemos un punto, el cual representa nuestra conciencia. La enseñanza que trae este glifo es que hay que ir a nuestro interior, conocernos y ser conscientes de uno mismo para poder expresar nuestra divinidad, para poder expresarnos desde el amor.
Para ello es necesario tener una mente calmada y un corazón limpio, un corazón libre de rencores, libre de deseos y una mente libre de miedos. Cuando el miedo ataca la mente, la conciencia se dispersa y cuando el deseo u obsesión nos ataca, nos aferramos a cosas externas que creemos que nos harán felices. En todos estos casos, la conciencia se dispersa y perdemos nuestro centro.
En el dibujo del glifo, esta pérdida de centro se refleja en la presencia de múltiples puntos a lo largo de la circunferencia en lugar de un solo punto en el centro del círculo. Perder nuestro centro significa que una parte de nosotros se queda en el pasado, deseando que las cosas hubieran sido diferentes, preguntándose por qué sucedieron las cosas como sucedieron en lugar de dejarlo ir para poder seguir adelante.
Además otra parte de nosotros está en el futuro tratando de controlar cosas que están fuera de nuestras manos pensando demasiado o analizando demasiado las cosas, pero eso sólo nos genera ansiedad sin llegar a una solución.
También otra parte de nosotros se dispersa en distracciones en lugar de permanecer centrada. Tal vez esa distracción sean una maratón de series, horas y horas pasando en el celular, tal vez tal vez las salidas a discotecas o a fiestas, o a visitar otros amigos con demasiada frecuencia.
Hemos acostumbrado a la mente a correr, a sobre pensar. La mente se vuelve adicta a los pensamientos. Nos encontramos embriagados por las distracciones, para no escuchar nuestras emociones, porque cuando apagamos todo, cuando nos quedamos quietos, cuando nos encontramos en el silencio, podemos escuchar nuestra ansiedad, nuestros miedos.
Por lo que es necesario encontrarnos en silencio y atravesar nuestro dolor para sanar nuestro interior, para poder permanecer en el presente, en el aquí y en el ahora, y poder disfrutar de la sencillez de la vida. Disfrutar de una charla amena con otra persona, observando las emociones que expresa su rostro. Asimismo, disfrutar de una comida, sin distracciones de una pantalla, observando y saboreando lo que estoy comiendo. También disfrutar de un paseo al aire libre, percibiendo cómo el aire acaricia mi cara, sin pensamientos que me lleven a otro lugar, sino más bien disfrutar del momento presente.
Cuando estamos en el momento presente, tomamos conciencia de nuestros pensamientos, emociones y acciones por lo que somos capaces de regularlos, esto a su vez permite crear una coherencia entre ellos pudiendo así ser fieles a nuestras propias convicciones. Estando en el momento presente también somos conscientes de nuestro cuerpo físico y del espacio que lo rodea.
Al estar con nuestro propio ser, tenemos una sensación de ser apapachados internamente, de estar siempre acompañados, porque nos encontramos en compañía de nuestra propia presencia. El amor provendrá desde dentro de nosotros y no lo buscaremos afuera. Lo que haremos será compartir con el otro y respetarlo desde una igualdad, porque ya no estoy buscando que la otra persona me complete. Como ya reconozco y respeto mi individualidad, también puedo reconocer y respetar la individualidad del otro.
Cuando nuestro sol no brilla, perdemos la voluntad de vivir, porque perdemos el sentido de nuestra vida, a tal punto de que la vida se nos vuelve monótona y aburrida, y perdemos la esperanza de que nuestro esfuerzo valga la pena. Es por esto que buscamos a alguien o algo externo que llene este vacío interior, o que al menos nos distraiga, para no prestar atención a estos sentimientos depresivos.
Como necesitamos de otros para llenar este vacío interior, comenzamos a depender de estas personas para poder sentirnos bien. Entonces, esto da como resultado de que comenzamos a tener miedo de expresar lo que realmente pensamos y lo que realmente sentimos, porque si lo que expresamos resulta no ser agradable a estas personas, entonces sentimos una sensación de separación, vacío y soledad que duele. Por lo tanto, comenzamos a moldearnos de acuerdo a lo que el grupo o la persona que dependemos quiere, y vamos perdiendo así nuestra esencia, cambiando a su vez nuestros valores y nuestros principios.
En un estado de depresión más profundo, encontramos a personas que no son capaces de aferrarse a nada para darle un sentido a su vida, ni a un ideal, ni a una persona. En este caso, encontramos a personas que, a pesar de tener una vida estable, se encuentran en depresión. A pesar de tener un hogar, una casa, comida, trabajo y de tener una familia que le brinde cariño.
Esta incapacidad de encontrarle sentido a nuestra vida, de encontrarle valor a nuestra existencia, de encontrarle valor a nuestra expresión individual, puede deberse varios factores. Uno de los factores puede ser social, en el que esta persona, desde niño, puede haber vivido en una sociedad en la cual la expresión individual se veía como un crimen. Otro factor puede deberse familiar, en el cual los padres o la persona encargada trataba al niño con indiferencia o con mucha crítica, cada vez que intentaba expresar su visión individual.
Sin embargo, a pesar de que una persona haya vivido de esta manera en su niñez, puede aprender a erguirse como individuo, pero para esto, debe hacer un trabajo en su interior, reeducando su mente y sanando sus emociones, y de sacrificar el lujo de vivir a través de otras personas.
Para poder expresar su esencia, debe ser capaz de separarse de los demás, lo suficiente como para discernir entre su visión de la vida y la visión de vida de los demás. De esta manera nos damos cuenta de que cada Ser es único, cada Ser tiene su propio destino y una contribución que hacer a la vida. El precio de disfrutar de la luz de nuestro sol es en cierta medida la soledad, sin que esto signifique la falta de compañía.
Dicho de otra manera, podemos decir que tenemos que aprender a amar al otro, discerniendo entre un amor saludable y un estado psíquico de fusión y dependencia.
Solo cuando aprendemos a amarnos a nosotros mismos y a delimitarnos como individuos, podemos amar verdaderamente a otro como alguien separado de nosotros y digno de respeto.
En el trabajo interior, que es un tema que abordo con más profundidad en este mismo medio, te vas despojando de una identidad que creaste porque viviste bajo un paradigma en el cual tenías que sobrevivir. Esto se siente como irse recuperando a uno mismo, como ir redescubriendo tu propia esencia.
En el trabajo interior, vas aprendiendo a amarte incondicionalmente y aquí comprendes que solo de esta manera puedes tener un amor propio sano. Y en el camino, aprendes a confiar y disfrutar de la vida y de tu propia luz interior.
Un beso y abrazo!
Susana Mera
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